Cuenta el mito que Sísifo fue condenado a realizar una tarea inútil, absurda. Cada día había de subir una enorme piedra hasta la cima de una montaña. Al llegar arriba, la piedra caía y Sísifo tenía que volver a subirla. Y así sucesiva, repetidamente.
La piedra que arrastra Blanca Navas no la vemos, pero la intuímos, es más, la sufrimos, la padecemos.
Surge ahora el interrogante ontológico,
a propósito de la existencia.
¿ Cómo hacer para sobrevivir a ella ?
Blanca Navas cierra los ojos y empieza a dibujar de memoria. Intenta traer al presente sus pequeños e íntimos actos cotidianos, quiere llamar nuestra atención, nos indica hacia dónde mirar. Con la intención de interrumpir este disparatado e incesante devenir se enfrenta a él, al igual que Sísifo, con firmeza, con rebeldía.
Obstruyendo su irrefrenable paso mantiene la posición, defensiva. Y ahí reside la clave de su gesto: mantenerse.
Detenerse en la abstracción y no dejarse llevar le producen placer, bienestar. Y así, estos pequeños actos, casi imperceptibles devienen actos desafiantes, vigorosos, pura resistencia. Actos reparadores que, sin embargo, la devuelven recompuesta para de nuevo volver al bucle, al ciclo, a arrastrar la piedra para dejarla caer de nuevo.
Fotos obra: Miguel Ropero
Fotos: Carmelo Argaiz